

Educación y Cultura - Historia y Globalización -
Por María Antonieta Hernández Solís.
La intención de esta colaboración en “La Pitaya” está referida a la idea de compartir puntos de vista, opiniones, experiencias, documentos, bibliografía, que nos oriente en torno a la mejor forma de abordar el universo de la Educación y la cultura y la historia y la globalización.
Para ello iniciaremos con dos citas que nos orientan hacia el fenómeno de la globalización. En lo general parece que educación y cultura se refieren al mismo asunto, y aunque están enormemente relacionados, en la práctica no es así.
Esto me recuerda el dialogo de una obra de teatro española llamada “Malvaloca”, de S. y J. Álvarez Quintero, en una publicación de Espasa-Calpe.
“Salvador: A mi hace gracia la manera de habla que tienen. Paese que han aprendío con er maestro der cuento: Niño, sordao, barcón, ardaba y mardita sea tu arma, se escriben con ele!”
Y este texto, tomado de REIMER, E. la escuela ha muerto, Tr. E. Mayans. 2da. Ed. Barral Editores, S. A. Barcelona, 1973. P.p. 59.
“Notas sobre los salvajes de Norte América”
Panfleto de Benjamín Franklin, Ca.1784.
Franklin escribió: Durante la firma del tratado de Lancaster en Pensilvania, en el año 1744, entre el Gobierno de Virginia y las Seis Naciones, los comisionado de Virginia hicieron saber a los indios que existían en Williamsburg un colegio provisto de fondos para la educación en la juventud india, y que los jefes de las Seis Naciones enviaban media docena de sus hijos a ese colegio, el gobierno se encargaría de que recibiesen todo lo necesario y de que fueran instruidos en todo el aprendizaje de la gente blanca.
El portavoz indígena respondió: Sabemos que ustedes estiman en alto grado el tipo de aprendizaje que se enseña en esos colegios y que el mantenimiento de nuestros jóvenes durante el tiempo que estuvieran ustedes les resultaría costosísimo. Nosotros estamos convencidos, por lo tanto, de que mediante su propuesta desean hacernos bien y se los agradecemos de todo corazón.
Pero ustedes, que son sabios, deben saber que las naciones diferentes tienen distintos conceptos de esas cosas, y por lo tanto no tomaran por impropio el que nuestras ideas acerca de ese tipo de educación no sean las mismas que las suyas. Hemos tenido una buena experiencia de ellos; varios de nuestros jóvenes se educaron formalmente en los colegios de las provincias norteñas; se les instruyó en todas sus ciencias, pero cuando volvieron a nosotros, eran malos corredores, ignoraban todos los medios de vivir en los bosques, eran incapaces de soportar ya fuera el frío o el hambre, desconocían el modo de construir una choza o cómo atrapar un venado o cómo matar a un enemigo; hablaban nuestra lengua con imperfección, y no estaban preparados para ser cazadores ni guerreros ni consejeros; en definitiva que no servían absolutamente para nada. Sin embargo, no nos sentimos menos obligados por su generoso ofrecimiento, aunque declinamos aceptarlo, y para demostrarles nuestra gratitud por lo mismo, si los caballeros de Virginia nos envían una docena de sus hijos, nosotros cuidaremos de su educación, les instruiremos en todo cuanto sabemos y haremos de ellos hombres.
Espero con mucho interés sus comentarios.