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       CRÓNICA DE UN SÁBADO POR LA MAÑANA         AL CENTRO HISTÓRICO DE GUADALAJARA. 

Por Francisco Granval

El sábado 25 de febrero, Sonia mi esposa me comento sobre “El encuentro regional de comida tradicional y popular Jalisco 2017”, que se llevó a cabo en la explanada, que está frente al  hospicio cabañas. No habíamos decidido que hacer el sábado, optamos por ir a desayunar a ese evento, ya que anunciaban que iniciaban actividades a las diez de la mañana.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A través de las puertas semicerradas, se observaban seis mujeres que platicaban felices, no se les veía apuradas o tensas por la carga de trabajo de esos momentos, no, se veía tranquilidad y camaradería, y de repente alguna risotada. Una Picaba la carne de pierna de cerdo tranquilamente, otra Jitomate, una más, se veía embarraba la crema en el interior de los virotes, otra contestaba el teléfono. Después de veinte minutos más, empezaron a surtir los pedidos a quienes ya habían hecho sus órdenes, bolsas de plástico llenas de los voluminosos lonches empezaron a salir del pequeño local; lo que revivió nuestra esperanza de ser por fin atendidos. Después de una hora de haberme formado en la fila, al fin nos tomaron la orden, ahora podríamos pasar a recargarnos en alguna pared para descansar el peso del cuerpo.

El menú que ofrece Amparito son Lonches Tostadas y Sándwich, las opciones de relleno son: carnitas (pierna), lomo, jamón, panela, queso amarillo, queso de puerco, y queso adobera. Los lonches tienen diversas opciones en cuanto a las cantidades, con relleno sencillo o doble, sin o con aguacate, o bien, con doble aguacate.  Yo pedí la opción que a mi gusto es la mejor, de lomo doble y doble aguacate, con salsa picante especial de la casa y chiles jalapeños. Ordene tres lonches con la indicación de que fueran partidos a la mitad, uno para Sonia, otro para mí, y un tercero para compartir en caso de que no fuera suficiente.

Tuvimos la buena suerte los que esperábamos en esta ronda de clientes que los pedidos no fueron tan voluminosos, por lo que ya solo tuve que esperar 25 minutos más. El monto a pagar fue de ciento sesenta y ocho pesos por los tres enormes lonches. Le pregunte a la sonriente joven mujer que me entrego mis emparedados, cuanto tiempo tienen vendiendo sus lonches, me contesto, que el próximo 18 de marzo, cumplen 70 años vendiendo, pero después me percate que la bolsa donde me entregaron mi pedido dice que el negocio funciona desde 1957.

Sonia ya estaba esperándome en la calle peatonal de la plaza tapatía, al final del callejón del diablo, a 60 metros de la lonchería, escogió una cómoda banca de madera de las situadas en forma paralela a una de la fuentes que se alargan por la plaza, una zona fresca, tranquila sombreada, en donde al parecer la mayoría de los comensales de Amparito se van a saborear sus lonches y descansar las piernas después de estar parados y sin moverse por una hora o  hora y media.

Nos comimos tranquilamente nuestros lonches Amparito, disfrutando el frescor de la mañana, cantos de pájaros, y el murmullo de la fuente que esta atrás del teatro degollado. Una torta fue suficiente, Sonia no la pudo terminar completamente. Al terminar, concluimos que valió la pena la espera, y nuestro estomago satisfecho estuvo de acuerdo en considerar que tuvimos un buen final en nuestra frustrante experiencia de la feria gastronómica.

Al terminar los lonches, seguimos nuestro camino hacia la catedral, encontrándonos atrás  del teatro Degollado a un mariachi, integrado por jóvenes mujeres y hombres, elegantemente vestidos, quienes tocaban el son de la negra. “Por qué no me traes a mi negra que la quiero ver aquí, con su reboso de seda, que le traje de Tepic”; enmarcando bellamente los jardines que rodean al teatro Degollado; al llegar al frente del teatro, decidimos tomarnos un café en el local que está en la esquina izquierda del teatro Degollado, cafecito que no visitábamos hacía ya varios años. Así, seguimos con el disfrute de las bellas plazas tapatías, mirando de frente la plaza de la liberación con sus dos hermosas fuentes, y al fondo la silueta de la catedral con sus torres  emblemáticas. Al lado del café la vista del templo de san Agustin con la plazoleta que esta frente a la escuela de música de la universidad de Guadalajara, bellos edificios que disfrutamos con una vista espléndida, en una fresca mañana.

 

 

 

 

De ahí pasamos al museo del Tequila, que a mi manera de ver es pobre y nada tendría que hacer en este edificio. Seguimos en el terreno de las ocurrencias de nuestros funcionarios gubernamentales, además de la falta de oficio para presentar al público local y al turismo foráneo un buen esfuerzo intelectual y una gestión más eficiente.

Salimos de ahí alrededor de las tres de la tarde, dirigiéndonos para rematar nuestra visita al centro histórico de nuestra ciudad a la FUENTE la vieja cantina tapatía en donde antaño impresores y abogados convivían en el ambiente etílico desde tempranas horas de la mañana. Renovada, ampliada y adaptada ya para mujeres desde hace ya, muchos años, (hay quien dice que la descafeinaron), LA FUENTE sigue siendo un buen lugar donde en un ambiente agradable y bohemio se puede enriquecer el espíritu, ingiriendo un buen tequila, Blanco de preferencia, ley para quienes saben verdaderamente de nuestra bebida nacional.

 

La visita que hicimos Sonia y yo al centro histórico, estuvo colmada de bellos momentos, agradables y apacibles, a pesar del semidesastre por las obras del tren ligero, obra que aunque incomoda y costosa   será en beneficio de nuestra bella ciudad, a la que le debemos sus habitantes,  nuestro amor y pasión, para hacer de ella el lugar de nuestros mejores sueños.

Como remate a nuestra visita ya de regreso a casa, la recapitulación crítica, tan necesaria y sabrosa: LA PLAZA TAPATIA, ese espacio que en tiempos del gobierno de Don Flavio Romero De Velasco, se construyó y se visualizó, como un espacio en donde el centro histórico adquiriría el impulso que nuestros gobernantes no habían sabido darle, un espacio que estaría lleno de los mejores restaurantes, cafés, tiendas y sobre todo de vivienda, en donde nuevos habitantes del centro repoblarían y renovarían la vida y la seguridad de ese vital espacio. Seguimos teniendo un centro histórico vacío de pobladores, desaprovechado y aislado del resto de la ciudad. Un pecado de omisión de nuestras autoridades a pesar de cambio de colores de partidos políticos.

Han pasado ya desde su construcción, más de treinta años, los sueños se desvanecieron, por causa de proyectos inconclusos en su implementación social y económica, un sello de nuestra ciudad gestionada siempre en el corto plazo, sin visión de futuro, sin amor a nuestro terruño, sin oficio en la promoción económica social y cultural necesaria. Aunque ahora luce remozada y limpia,  el proyecto de la plaza tapatía sigue sin implementarse, a pesar de ser un espléndido espacio con un potencial enorme para ser punto de atracción para el turismo nacional e internacional y del público local. Seguimos teniendo una gestión pública deficiente con visión de futurismo político. Algún día los ciudadanos despertaran y tomaran medidas para buscar las soluciones que Guadalajara requiere, para erradicar la miseria y la pobreza. Algún día nuestra ciudad será, el motor del desarrollo regional y nuestro centro histórico el lugar que todo habitante local y visitante foráneo estará obligado a vivir de manera intensa. No debemos abandonar nuestros sueños.

Decidimos irnos en camión, para estar acorde con la idea de no consumir gasolina, y no pagar los impuestos abusivos del gasolinazo, además de darle una mano al medio ambiente. Llegamos a las 10:30 a la explanada frente al hospicio Cabañas; había en el centro una gran carpa con una veintena de cocinas rusticas, hechas de barro, que usaban leña como combustible para cocinar, se veían comales asando chiles y parrillas en donde las ollas recibían el fuego de la leña quemándose. Todo pintaba muy bien, hasta que caímos en cuenta que había una cerca que impedía el paso,  al preguntar sobre el menú y la forma en que podíamos echar taco, toda esperanza de comer una sabrosa comida regional mexicana, se vino abajo; nos informaron que empezaban a cocinar a las diez de la mañana, pero, la comida estaría hasta la una y media de la tarde.

Ahí llego la frustración, habíamos ido a un festival gastronómico, que no tenía en ese momento, alimentos para degustar. Nos comentaron las cocineras que a alguno de los organizadores del gobierno del estado, promotores del evento, tuvo la “feliz ocurrencia” de que los visitantes “a un festival gastronómico” nos la pasáramos tres horas viendo como elaboran los manjares regionales que prometían. Nuestras tripas gruñeron y mandaron la señal de retirada de ese lugar de martirio, en donde podíamos ver, pero no comer.

Después de cargar nuestro espíritu con la cafeína requerida, decidimos visitar el palacio de gobierno, lugar que por muchos años estuvo semivedado para los habitantes de Guadalajara, por el sentido patrimonialista de algunos gobernadores de pasados sexenios. Teníamos muchos años sin visitar el espléndido e histórico edificio que alberga al poder ejecutivo del estado; caminamos hacia él, no sin el temor, de no poder ingresar,   ya que había numerosas rejas al frente resguardándolo, lo que crea una imagen de restricción, que asusta; pero nuestro temor se disipo, al preguntarle al policía si podíamos ingresar al edificio, contestándonos amablemente con un “desde luego, pasen ustedes”; al ingresar nos pidieron registrarnos y nos sugirieron visitar el museo del palacio de gobierno, sobre la historia del edificio, y de Guadalajara, así como el museo del tequila cuyo ingreso está en el patio de los naranjos.

Primero lo primero, y fue ir a ver el impresionante mural de Clemente Orozco, esa esplendida pintura de hidalgo que empuña una antorcha impulsando la revolución del pueblo oprimido, nunca se puede terminar de admirar tan enorme obra de arte, siempre seguirá sorprendiéndonos la rica herencia que Clemente Orozco dejo en las paredes de algunos de nuestros icónicos edificios.

 

Posteriormente recorrimos el edificio disfrutando la bella remodelación que hiciera el Gobernador Flavio Romero de Velazco, remodelación que devolvió al palacio algunos de los detalles que había perdido a través de los años y para lo cual se tuvo que consultar los planos originales ubicados en el archivo de indias en Sevilla España. Sentados Sonia y Yo en las cómodas bancas, disfrutamos de momentos tranquilos en la planta superior con la vista de la catedral al fondo, después esos momentos de paz en que fuimos socorridos por los cantos de los pájaros, visitamos el antiguo congreso del estado, en donde observamos la copia del manuscrito,  en donde Hidalgo abolió la esclavitud durante su gobierno en este histórico y bello edificio. Que grandeza la de ese cura de haber abolido la esclavitud por primera vez en américa, en nuestro palacio de gobierno.

 

Recordamos así también por la placa conmemorativa del hecho que protagonizo  en este edificio Guillermo Prieto, cuando intentaron asesinar al presidente Juárez, con el grito de “LOS VALIENTES NO ASESINAN”,  aunque la escultura que conmemora el  hecho la bajaron al lado del patio de los naranjos. Posteriormente visitamos el museo del Palacio de Gobierno y de Guadalajara, un esfuerzo que se agradece, al poner a disposición del pueblo este bello e histórico edificio, aunque se puede hacer algo mejor, ya que los dos objetivos del museo tienen mucho más que decir que lo que ofrecen.

Decidimos remontar la plaza tapatía rumbo a la catedral, para explorar donde podríamos almorzar alimentos, que tuvieran al menos, un leve parecido a lo que encontraríamos en el desdichado festival. No hallamos algo digno en nuestro recorrido por la plaza tapatía, hasta que, al llegar a la calle Gerardo Suarez, en donde se encuentra el callejón del diablo, emergieron un par de ideas, o bien, entrabamos al restaurant localizado en la vieja casona del callejón,  u optaríamos por iniciar la odisea que significaría comernos unos lonches de Amparito. Teníamos alrededor de diez años que no acudíamos a comprar los deliciosos lonches; ya que sabíamos que iniciar esta odisea, era cosa de esperar cuando menos una hora para poder darles la primera mordida. Sonia me dejo la decisión, y mi espíritu gusgo se decidió por la odisea, en donde se requiere la paciencia del santo Job. Pensé que la cola de antojadizos clientes que había frente al pequeño local de 3 metros de frente de la añeja lonchería, no era tan grande, había cinco personas formadas antes que yo, y media decena de hambrientos comensales esperando desbalagados. Ya no recordaba bien a bien el procedimiento, de solicitar los lonches pero los amables compañeros de la cola me informaron que la media docena de personas desperdigadas, ya habían hecho su pedido, y los de la cola, esperábamos a que se nos tomara la orden.  Cinco minutos después de formarme, llego un nuevo integrante de la fila, quien hablaba por teléfono sobre su intención de llevar lonches Amparito para el desayuno, optimista aseguraba a su interlocutor, que no tardaría más de media hora. Así el tiempo paso y después de 20 minutos el cliente optimista formado atrás de mí, pregunto al grupo que cuanto tiempo calculaban ellos, tardarían para ser atendidos en la etapa inicial de la toma de la orden, alguno de los conocedores de los tiempos le explico que serían de, 40 minutos a una hora, más,  ya que los que nos antecedieron, habían hecho pedidos de numerosos lonches, por lo que sugirió tener paciencia. El que hizo la pregunta se hundió en la desesperanza, ya que no tenía sino diez minutos para esperar, por lo que decidió abandonar la idea de degustar sus lonches Amparito. Confieso que estuve a punto de secundarlo, pero la platica con los compañeros de la fila me retuvo, hubo uno, que me dio el consejo de que ahora ya se podía ordenar por teléfono y pasar luego una hora más tarde, Así que procedí a registrar los tres teléfonos de la lonchería para la siguiente ocasión.

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