

Tenía ya la edad de saber que cuando mis papás decían que íbamos a "subir a la sierra" significaba salir a carretera, pasar los vados, meterte al arroyo, correr y saltar entre rocas y árboles, ver animales de granja y comer elotes asados. Viajaba todo el trayecto en la carretera con tal emoción y expectativa que no pasaban cinco minutos sin preguntarles a mis papás cuanto faltaba para llegar al cerro El Elefante. Un elefante se quedó echado hace tanto tiempo que poco a poco se fue cubriendo de tierra, cada vez más y más, hasta convertirse en el cerro El Elefante a pocos kilómetros pasando Concordia.
Aún no amanecía cuando mis papás nos subieron a mí y mis hermanos al Malibú para tomar carretera y subir a la sierra. Recuerdo que desde el día anterior moría de ganas de ir pero ¿por qué tan temprano? Aún no salíamos de Mazatlán cuando me volví a dormí en el asiento de atrás. Ya me desperté pasando el primer vado, justo afuera de Concordia. No pasaron ni cinco minutos cuando se me ocurrió preguntarle a mis papás ¿cuánto falta?
Entonces, mi mamá saca su arsenal de actividades de entretenimiento para la carretera: canciones eternas, contar cuantos carros blancos pasaban, buscar vacas y caballos. Nunca fueron suficientes.
¡El segundo vado! ¿Trae agua? ¿Va a pasar el Malibú? En el vado hay unos postes a los costados de la carretera que sirven de referencia cuando el arroyo tiene agua. Si el agua cubre toda la parte blanca de los postes y llega a lo rojo, el Malibú no puede pasar. El agua del arroyo cubría la mitad de la parte blanca de los postes. Era seguro cruzar el arroyo. Mi papá, siempre precavido, pasó lo más lento que pudo, pero el Malibú era demasiado bajo y el agua se empezó a meter por la puerta de la izquierda. ¿Qué pasa si se llena de agua todo el interior del Malibú como una pecera? El Malibú aceleró y pronto el vado quedó atrás.
¿Cuánto falta?- El cerro El Elefante apenas se apreció entre la densa vegetación por las lluvias de ese año. Vi pasar el letrero de Copala a donde usualmente llegábamos a desayunar, entonces supe que la travesía sería diferente. -¿A dónde vamos?- Pregunté. Mi papá en pocas palabras me contestó -"A ver correr a tu tío Monó"-. ¡Qué bien! Pensé, correr y saltar entre rocas y árboles con mi tío será más divertido. -¿Cuánto falta?
¡Ya llegamos! Al fin, después de salir de la carretera y recorrer una vereda de lodo que desconocía los carros como el Malibú. Parecía un campamento, mucha gente, todos parecían estar ocupados haciendo algo, preparándose y a la expectativa. El Malibú se estacionó justo al lado donde vimos que estaba mi tía Lupita.
Justo bajamos del Malibú, empecé a escuchar a la gente decir "ya se oye que vienen" la gente empieza a correr apurada. No veía a mi tío corriendo por ningún lado. A lo lejos se escuchaba un rugido que se acercaba -"Háganse a la orilla! Todos a la orilla, dejen libre la pista"- No entendía que pasaba, pero mi mamá se aseguró de que estuviéramos en el lugar correcto.
"Ya vienen! Ahí viene!"- Gritó mi tía Lupita. Con un estruendoso rugido que me hizo vibrar mi pecho, sale de entre las rocas y árboles un caballero en completa armadura montado en un feroz dragón verde rugiendo ensordecedoramente. El caballero bien agarrado de los cuernos del dragón lo dirigía justo hacia nosotros y con el rugido más grande derraparon sobre el lodo para detenerse justo enfrente de nosotros. Podía sentir en mi rostro el calor que aún radiaba del fuego del dragón.
La armadura del caballero, desde sus botas hasta su casco, estaba marcado con lodo, ramas y tierra, que demostraban frescas marcas de un gran combate. El dragón también con los mismos rastros del combate. El lodo ocultaba su brillante color verde que apenas si me dejo apreciar su nombre: Kawasaki, El Dragón Kawasaki.
Kawasaki nunca dejó de rugir, y rugía de tal manera obligaba a al caballero a tener que gritar para que lo escucharan. La gente se le acercó para atenderlo. El caballero pidió agua mientras al dragón Kawasaki ya le daban. Mi tía Lupita se acercó al caballero con un bule mientras el caballero se levantaba el casco mostrando su rostro. Con mis ojos abiertos a más no poder veía que el caballero dentro de esa armadura era mi tío Hermes.
¡Mi tío Monó es un domador de dragones!- Dije pasmado
Después de beber agua del bule, mi tío Hermes me voltea a ver y me dice con media sonrisa "Mono". Se baja el casco de una y le pregunta a Kawasaki si está listo. Kawasaki ruge sobre todos los demás dragones que venían detrás. Mi tío Hermes, montando en el lomo del Dragón Kawasaki, se alejaron corriendo a gran velocidad, levantando una estela de lodo, hasta meterse entre rocas y árboles. Los rugidos del Dragón Kawasaki se alejaban llamado al combate a todos los demás dragones que atrás lo seguían.
Mi tío Hermes, un Héroe que extraño.
"El tio Hermes Escobar falleció hace tres años y sus familiares lo extrañamos mucho. Murió en la plenitud de su vida cuando era un exitoso empresario, ésta es la visión de su sobrino cuando era pequeño, hace varias décadas, ese niñito es ahora también un ejecutivo exitoso de una empresa naviera, pero su visión es valiosa porque muestra la trascendencia del amor familiar y del ejemplo que en cada familia mexicana se da, somos una gran nación porque somos unas formidables personas llenas de amor y solidaridad. Así ningún Trump podrá lanzar "misiles" contra nosotros. ¿no creen?