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Melanie y la compasión

Por Martha González Escobar

Melania si estas en peligro pestañea dos veces” coreaban las voces de jovencitas en la marcha de las mujeres el día de la toma de posesión a la esposa de Trump nuevo presidente de los Estados Unidos. Y es la bella ex modelo Yugoeslava (emigrante por tanto) que se nacionalizó estadounidense en 2006 nunca se imaginó que once años después se convertiría en la primera dama del país que la adoptó.

No encontramos que hacer ante su gesto desolado y contrito o molestarnos con ella cuando asegura que su marido es un tipo con el corazón y la mente de un líder. Por eso cuando miramos la mirada perdida de Melania tan lejana que no parece tener vida el desconcierto llega a nosotros ¿Qué se sentirá vivir desde hace diez años  al lado de ese misógino ahora convertido en uno de los más poderosos del mundo?

El modo de las protestas de estados unidos ha sido el humor negro y se han reído del supuesto “síndrome de Estocolmo” de Melanie y las opiniones se dividen entre considerarla una víctima, o la colaboradora de  un hombre con ideas Xenófobas que niega el cambio climático y se regodea con la elaboración de muros.

Victima no es, ella sabía con quien se casaba, con un millonario déspota, que la trataba como un objeto, o como un trofeo al que se pude ignorar a conveniencia, lo vimos en la ceremonia televisada del cambio de gobierno.

La rebelión ante la reencarnación de los más retrogrado del aparato misógino, explotará en las calles que se llenarán de mujeres perseguidas: las negras, las indígenas, las musulmanas, las mexicanas, las que corren auténticos riesgos. Ella en su mansión aunque esté secuestrada, no moverá un dedo por las otras ¿entonces porque preocuparnos por sus ataques de melancolía?

Tal vez porque en eso consiste el feminismo: en saber que estamos aquí, las unas preocupadas  por las otras: Aunque la víctima en turno ni siquiera pestañee.

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